Las vías romanas no sólo son una gran obra de ingeniería sino que a lo largo de la historia han ejercido una serie de funciones diferentes. Tras la conquista y pacificación de los territorios ocupados las vías contribuyeron a la romanización, sirviendo de referencia para la implantación del hábitat y también para el posterior desarrollo y cohesión de los núcleos urbanos; su trazado también influye en la delimitación del territorio y muchas centuriaciones se realizaron siguiendo los ejes viarios. A través de ellas se realizaban los intercambios comerciales y era un vehículo de difusión de ideas políticas, religiosas y artísticas. En definitiva, la red viaria era imprescindible para garantizar la implantación romana en las provincias conquistadas y pueden considerarse como uno de los medios esenciales del fenómeno que conocemos como romanización.
Una de las fuentes para el conocimiento del trazado general de las vías del Imperio es el Tabula Peutingeriana, que es una especie de mapa en el que se representan vías con diversas indicaciones geográficas. Este documento nos ofrece nombres de ciudades, de pueblos, cursos de agua, lagos, mares, montañas, viñetas de fortificaciones, templos, balnearios, faros, puertos y mansiones.
Otra de las fuentes para el conocimiento son las técnicas arqueológicas, como la prospección, la fotografía aérea y la excavación, que permiten localizar sobre el terreno tanto las vías como otras obras asociadas a ellas (puentes, arcos de triunfo, trofeos, necrópolis...)
Por las fuentes arqueológicas sabemos que la construcción de una vía requiere una serie de trabajos previos tales como allanar el suelo o excavar una amplia zanja. Una vez realizada esta preparación se dispone una capa de guijarros (statumen), sobre la que se añaden otras de arena y arcillas (rudus, nucleus) y finalmente la capa denominada summum dorsum o summa cresta, consistente en un pavimento de losas de piedra o de guijarros regularmente dispuestos. A los lados de la calzada, cuyo espesor puede alcanzar de 1 a 1'5 m, se disponen una serie de piedras que flanquean y una zanja que recoge y canaliza el agua de lluvia, ayudando a prevenir las inutilizaciones de las vías en caso de fuertes lluvias. En la anchura de cada vía influye tanto la importancia de la misma como la naturaleza del terreno y no hay medidas oficiales.
Se ha calculado que la red viaria de Roma debió tener unos 120.000 km de vías principales, dejando aparte las vías secundarias y los caminos de menor importancia. Una de esas vías pasaba por aquí, por Nerja, se trata de la Calzada Castulo-Malaca, del siglo I a. C., según varios autores. Se conservan varios fragmentos, uno localizado junto a la fábrica San Joaquín y otros, más perdidos, en el barranco de la Coladilla. El primero, con una longitud de 35 m. y una anchura máxima de 5,40 m, presenta summa cresta y esto es lo que queda de ella...
O quedaba, porque en la actualidad siguen pasando motos a gran velocidad, posiblemente debido al desconocimiento de la antigüedad de la summa cresta que se llevan por delante.
Dori Castillo Delgado
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