Durante cuatrocientos años, la economía de los municipios costeros malagueños se sustentó, fundamentalmente, en el cultivo de la caña de azúcar, que introdujeron los árabes. Desde mediados del siglo XVI hasta la década de los sesenta del pasado siglo, la provincia contó con decenas de ingenios y fábricas, en las que se molía la caña para extraer el jugo con el que se preparaban la miel y el azúcar. De este pasado histórico permanecen hoy en día en pie, como testigos mudos de la historia, varias decenas de restos patrimoniales, con distintos estados de conservación.
Uno de los municipios en los que este pasado industrial es más patente es Nerja, donde se conservan una decena de enclaves. Sin embargo, la falta de fondos para su rehabilitación, unido a que en su práctica totalidad están en manos privadas -en su mayoría son propiedad de la Sociedad Azucarera Larios S. A. (Salsa)-, hacen que en plena crisis, estos vestigios de nuestra historia más reciente languidezcan y estén sumidos en un completo abandono y olvido, a merced de los que los visitan.